Tiempo de lectura: 2 minutos
Lee y escucha: La mujercita que contaba estornuda
Resumen
Hola amigos y queridos amigos de su Francesca Ruberto
Hoy les leo "la mujercita que contaba estornudos" sacado del libro "Cuentos de hadas al teléfono" de Gianni Rodari
Giovanni Francesco Rodari, detto Gianni[1] (pronuncia Rodàri, /roˈdari/; Omegna, 23 ottobre 1920 – Roma, 14 aprile 1980), è stato uno scrittore, pedagogista, giornalista e poeta italiano. È l’unico scrittore italiano ad aver vinto il Premio Hans Christian Andersen (1970). (leggi ancora)
leamos juntos
Érase una vez en Gavirate una mujercita que se pasaba los días contando los estornudos de la gente, luego informaba a sus amigas del resultado de sus cálculos y todas charlaban al respecto.
“El farmacéutico hizo siete”, dijo la mujercita.
"¡Posible!"
"Te lo juro, se me caería la nariz si no digo la verdad, las hizo cinco minutos antes del mediodía".
Charlaron y charlaron y al final dijeron que el farmacéutico le puso agua al aceite de ricino.
"El párroco hizo catorce de ellos", dijo la mujercita, roja de emoción.
"¿No te equivocas?"
"Se me caería la nariz si hiciera uno menos".
"¡Pero dónde terminaremos!"
Charlaron y charlaron y al final dijeron que el párroco puso demasiado aceite en la ensalada.
Una vez la mujercita y sus amigas se juntaron, y había más de siete, debajo de las ventanas del signor Delio para espiar. Pero el signor Delio no estornudaba nada, porque no aspiraba tabaco y no estaba resfriado.
"Ni siquiera un estornudo", dijo la mujercita. “Aquí nos empolla el gato”.
“Claro”, dijeron sus amigos.
El signor Delio los escuchó, echó un buen puñado de pimienta en el rociador matamoscas y sin ser visto lo sopló sobre aquellos chismosos, que se escondían bajo el antepecho de la ventana.
"¡Aquí!" dijo la mujercita.
"¡Aquí! ¡Etcì!” sus amigos lo hicieron. Y bajan todos juntos para hacer un estornudo tras otro.
“Hice más”, dijo la mujercita.
“Más nosotros”, dijeron sus amigos. Se agarraron del cabello, se lo patearon de derecha a izquierda, se rasgaron la ropa y cada uno perdió un diente.
Después de ese tiempo la mujercita no volvió a hablar con sus amigas, compró un cuadernillo y un lápiz y anduvo sola, y por cada estornudo que escuchaba marcaba una cruz.
Cuando murió encontraron ese librito lleno de cruces y dijeron: “Mira, debe haber marcado todas sus buenas obras. ¡Pero cuántos hizo! Si ella no va al cielo, nadie va en absoluto".
Escucha la historia
Buenas noches y dulces sueños de Francesca Ruberto ♥