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Para ti que eres la luz en el agua
Yo te miro, tú me miras.
Dejo de respirar para poder escuchar la voz de tu respiración, el batir de tus alas.
No, no escucho. No puedo oir. Quizás mi corazón todavía esté sordo, seguramente mi corazón aún no tiene oídos para escuchar.
Pero estás, estás ahí más allá de esa pared, dentro de esa foto, llenando la caja de mis recuerdos, de nuestros recuerdos, que es el ancla de mi vida.
Pero ¿por qué, Señor, cada vez que entro en las aguas turbias de la melancolía, de la obsesión, de la amargura, del arrepentimiento, me salvas?
Déjame hundirme, déjame ahogarme en el inmenso mar de la soledad, del abandono, de la impotencia.
Pero en mi camino has puesto lámparas, destellos de luz, que indican el camino, cuesta arriba, hacia ti, hacia Eugenio, hacia el jardín.
"Pero Dios siempre sabe dar sentido a nuestras vidas.".
Sí, tiene usted razón. Hundirse es inútil, no es la dirección correcta.
La cumbre es la llegada, en la cima hay buen aire, luz.
Dame tu mano, sácame una vez más, y seré tuya, una vez más.
Y estaremos unidos, para siempre, tú y yo.