Francesca dorme nel lettone nel 2015

¿Ya es hora? La fatiga de afrontar un nuevo día

Comentario al Evangelio del 30 de noviembre de 2025

Primer Domingo de Adviento – Ciclo A

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Velen, para estar listos a su llegada.

Del Evangelio según San Mateo
Mt 24,37-44
 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En aquellos días, antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y no se dieron cuenta de nada hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Por tanto, estén prevenidos, porque no saben qué día vendrá su Señor. Entiendan bien esto: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría que le robaran su casa. Por eso, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada».

Palabra del Señor.

Nadie despierta a otro en la cama tan fácilmente

Cuánto Cristo despierta a los muertos en el sepulcro

Sant’Agostino, Discorso 98,2

Pasamos gran parte de nuestra vida dormidos, ya no esperamos nada, no nos damos cuenta de lo que está sucediendo dentro de nosotros, no prestamos atención a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. 

Vivimos dormidos porque preferimos no ser molestados, no queremos asumir la responsabilidad de cambiar. A veces la realidad nos sacude bruscamente y sin ninguna delicadeza. Y entonces el despertar es tan desagradable que nos enojamos, abrimos los ojos y miramos el mundo como si fuera la primera vez que lo vemos.

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«Despiértense», nos sugiere San Pablo, porque «nuestra salvación está ahora más cerca que cuando abrazamos la fe» (Rm 13,11), el Señor está cada día más cerca porque cada minuto que pasa se acerca el momento en que lo encontraremos. ¡Despertémonos para evitar que el Señor pase sin que nos demos cuenta! A veces, de hecho, las cosas suceden en nuestra vida, pero no estamos listos para acogerlas. 

Dios ha venido hacia (ad-ventum) nosotros, de lo contrario no estaríamos vivos, nos ha amado y continúa haciéndolo: Él es quien continuamente sale a nuestro encuentro. Nosotros, por otro lado, somos por nuestra naturaleza quienes acogen, porque somos criaturas carentes: llevamos dentro ese vacío constitutivo que nos convierte en quienes reciben. Hay en nosotros espacio para recibir a Dios.

Si no nos despertamos y no prestamos atención a lo que está sucediendo dentro de nosotros y a nuestro alrededor, nos encontraremos abrumados por el diluvio sin habernos dado cuenta de que ha comenzado a llover, sin darnos cuenta de que el tiempo se estaba poniendo feo, subestimando las primeras gotas. Es mejor identificar dónde está el arca en la que refugiarnos del diluvio. Esa arca es la relación con Dios, por eso los Padres vieron en el arca una prefiguración de la Iglesia que acoge y custodia.

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Debemos despertar porque nunca sabemos lo que puede suceder en nuestra vida: podemos ser llevados o dejados. La vida está marcada por la incertidumbre, solo nosotros podemos marcar la diferencia. Cada momento de la vida es aquel en el que puedo ser llevado o dejado: *¿cómo me encontraría la vida hoy?* Si Cristo de hecho vino a la historia, si Cristo vendrá al final del mundo, también hay una tercera venida, como afirma San Bernardo, que es la intermedia: Cristo viene en espíritu a la vida del creyente, viene a nosotros a través de los sacramentos, viene en la Eucaristía. Pero, precisamente, ¿cómo nos encuentra Cristo viniendo continuamente a nuestra vida? 

En el primer domingo de Adviento, la liturgia nos entrega un camino para despertar: Isaías nos invita a transformar las espadas y las lanzas, es decir, los instrumentos de guerra, en arados y hoces, o sea, en herramientas que sirven para cultivar, para generar vida. 

Mayormente manejamos espadas y lanzas a diario, volcamos nuestras energías en los conflictos, tratamos de defendernos y de atacar, pero ¿a dónde nos lleva esta violencia pase lo que pase? Hay muchas formas de violencia: podemos ser violentos incluso con el silencio, con los juicios, con la indiferencia. Isaías no nos pide que tiremos las espadas y las lanzas, porque en el fondo representan la fuerza y los recursos que tenemos, nos pide que las transformemos, podemos usarlas para generar vida y no para matar.

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¡Es necesario despertar! Intentemos transformar los instrumentos de muerte en recursos de vida: mi rabia puede convertirse en energía para afrontar las dificultades de la vida, mis sentimientos pueden convertirse en una oportunidad para la compasión en lugar de ser fuente de rencor, mis pensamientos pueden convertirse en una forma de elaborar estrategias de vida en lugar de quedarme rumiando estrategias de venganza. 

El Señor hoy nos abre un camino, ¡pero debemos despertar para poder verlo!

  • Si abrieras los ojos a lo que está sucediendo dentro de ti y en tu vida fuera de ti, ¿qué verías?
  • ¿Cuáles son las espadas y las lanzas que posees que puedes transformar en instrumentos de bien?
primo piano Eugenio
Eugenio Ruberto
¿Ya es hora?
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