Sábado de la I semana de Adviento
- San Nicolás de Myra (o de Bari) obispo († ca. 343)
- B. János (Juan) Scheffler obispo y mártir (1887-1952)
- Santo del día
Primera Lectura
Al oír tu clamor, el Señor te hará gracia.
Del libro del profeta Isaías
Is 30,19-21;23-26
Pueblo de Sion, que habitas en Jerusalén,
no tendrás que llorar más.
Al oír el clamor de tu súplica, [el Señor] te hará gracia;
apenas lo oiga, te dará respuesta.
Aunque el Señor te dé pan de aflicción
y agua de tribulación,
tu Maestro ya no se esconderá más;
tus ojos verán a tu Maestro,
y tus oídos oirán esta palabra detrás de ti:
«Este es el camino, andad por él»,
si te desvías a la derecha o a la izquierda.
Entonces él concederá lluvia para la semilla
que hayas sembrado en la tierra,
y también el pan, producto de la tierra, será abundante y sustancioso;
aquel día tu ganado pastará en una vasta pradera.
Los bueyes y los asnos que trabajan la tierra
comerán sabroso forraje,
aventado con la pala y con el bieldo.
En todo monte y en toda colina elevada
correrán canales y torrentes de agua
en el día de la gran matanza,
cuando caigan las torres.
La luz de la luna será como la luz del sol
y la luz del sol será siete veces mayor,
como la luz de siete días,
cuando el Señor cure la herida de su pueblo
y sane los moretones producidos por sus golpes.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial
Del Sal 146 (147)
R. Dichosos los que esperan en el Señor.
¡Qué bueno es cantar himnos a nuestro Dios,
qué dulce alabarle!
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los dispersos de Israel. R.
Sana a los de corazón quebrantado
y venda sus heridas.
Él cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por su nombre. R.
Grande es nuestro Señor,
grande en su poder;
su sabiduría no se puede calcular.
El Señor sostiene a los pobres,
pero humilla a los malvados hasta el suelo. R.
Aclamación al Evangelio
Aleluya, aleluya.
El Señor es nuestro juez,
nuestro legislador, nuestro rey:
él nos salvará. (Cf. Is 33,22)
Aleluya.
El Evangelio del día 6 de diciembre de 2025
Al ver a las multitudes, sintió compasión.
Del Evangelio según Mateo
Mt 9,35-38–10,1.6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las multitudes, sintió compasión de ellas, porque estaban cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.»
Llamó a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
Y los envió ordenándoles: «Id a las ovejas perdidas de la casa de Israel. En el camino, predicad, diciendo que el reino de los cielos está cerca. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, expulsad a los demonios. Gratis lo recibisteis, dadlo gratis.»
Palabra del Señor.
San Bernardo (1091-1153)
monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Primer discurso para el Adviento
“Curando toda enfermedad y dolencia”
Hermanos, vosotros conocéis a Aquel que viene; considerad ahora de dónde viene y a dónde va. Viene del corazón de Dios Padre al seno de una Virgen Madre. Viene de las alturas del cielo a las regiones inferiores de la tierra. ¿Y qué más? ¿No es necesario que vivamos en esta tierra? Sí, si Él mismo habita en ella; porque ¿dónde estaremos bien sin Él? “¿A quién tengo yo en el cielo? Estando contigo, nada deseo en la tierra. Dios es la roca de mi corazón y mi porción para siempre.” (Sal 73,25-26). (…) Pero se requería un interés particular para que una Majestad tan alta se dignase descender desde tan lejos a una morada indigna de Él. Sí, había un gran interés en juego, puesto que allí realmente la misericordia, la bondad y la caridad se manifestaron en gran y abundante medida. ¿Por qué, de hecho, vino Jesucristo? (…) Sus palabras y sus obras nos lo muestran claramente: vino apresuradamente de las montañas para buscar a la oveja número cien, que se había perdido, para derramar su misericordia sobre los hijos de los hombres. Vino por nosotros. ¡Admirable condescendencia de Dios que viene a buscarnos! ¡Admirable dignidad del hombre, objeto de esta búsqueda! El hombre puede gloriarse con razón: no porque él sea algo, sino porque Quien lo hizo lo estimó tan precioso. En comparación con esta gloria, las riquezas y la gloria del mundo y todo lo que se pueda desear son nada. ¿Qué es el hombre, Señor, para que así lo engrandezcas y pongas tu corazón en él? Nos correspondía ir hacia Jesucristo… Pero nos detenía un doble obstáculo: nuestros ojos estaban muy enfermos y Dios habita la luz inaccesible (1 Tim 6,16). Paralíticos en nuestro lecho, éramos incapaces de llegar a la morada tan alta de Dios: por eso el buen Salvador y dulce médico de las almas descendió de allá donde habita. Adaptó nuestros ojos enfermos al esplendor de su luz.
LAS PALABRAS DE LOS PAPAS
Por qué anunciar. La motivación se encuentra en cinco palabras de Jesús, que nos hará bien recordar: «Gratis lo recibisteis, dadlo gratis» (v. 8). Son cinco palabras. Pero ¿por qué anunciar? Porque gratuitamente he recibido y debo dar gratuitamente. El anuncio no parte de nosotros, sino de la belleza de lo que hemos recibido gratis, sin mérito: encontrar a Jesús, conocerlo, descubrir que somos amados y salvados. Es un don tan grande que no podemos guardarlo para nosotros, sentimos la necesidad de difundirlo; pero en el mismo estilo, es decir, en la gratuidad. En otras palabras: tenemos un don, por eso estamos llamados a hacernos don; hemos recibido un don y nuestra vocación es convertirnos en don para los demás; la alegría de ser hijos de Dios está en nosotros, ¡hay que compartirla con los hermanos y hermanas que aún no lo saben! Esta es la razón del anuncio. Ir y llevar la alegría de lo que hemos recibido. (Papa Francisco – Audiencia general, 15 de febrero de 2023)

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