Viernes de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario
- Santa Catalina (Caterina) Labourè religiosa, vidente (1806-1876)
- San Santiago de la Marca sacerdote O.F.M. (1394-1476)
- Santo del día
Primera Lectura
Viene con las nubes del cielo uno semejante a un hijo de hombre.
Del libro del profeta Daniel
Dn 7,2-14
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: Vi que los cuatro vientos del cielo batían con fuerza sobre el Gran Mar, y cuatro bestias enormes, diferentes una de otra, subían del mar. La primera era como un león, y tenía alas de águila. Mientras yo estaba mirando, le arrancaron las alas y la levantaron de la tierra; la hicieron pararse sobre dos patas como un hombre y le dieron un corazón de hombre.
Luego, vi una segunda bestia, semejante a un oso, que se erguía de un lado y tenía tres costillas en la boca, entre los dientes, y se le dijo: «¡Levántate, devora mucha carne!»
Después de esto, mientras estaba mirando, vi otra bestia, semejante a un leopardo, que tenía cuatro alas de pájaro en el lomo; aquella bestia tenía cuatro cabezas y le fue dado el poder.
Después de esta, seguí mirando en mis visiones nocturnas y vi una cuarta bestia, espantosa, terrible, de una fuerza extraordinaria, con grandes dientes de hierro; devoraba, trituraba y pisoteaba con sus patas el resto: era diferente de todas las otras bestias anteriores y tenía diez cuernos.
Yo estaba observando estos cuernos, cuando vi que, en medio de ellos, brotaba otro cuerno más pequeño, ante el cual tres de los primeros cuernos fueron arrancados: vi que aquel cuerno tenía ojos semejantes a los de un hombre y una boca que profería palabras arrogantes.
Yo seguí mirando,
cuando fueron colocados tronos
y un Anciano se sentó.
Su vestido era blanco como la nieve
y los cabellos de su cabeza, como lana pura;
su trono era como llamas de fuego
con ruedas como fuego ardiente.
Un río de fuego corría
y salía de delante de él;
mil millares lo servían
y diez mil miríadas lo asistían.
El Tribunal se sentó y los libros fueron abiertos.
Seguí mirando a causa de las palabras arrogantes que aquel cuerno profería, y vi que la bestia fue muerta y su cuerpo destruido y entregado a quemar en el fuego. A las otras bestias se les quitó el poder, y la duración de su vida fue fijada hasta un plazo establecido.
Seguí mirando en las visiones nocturnas,
y vi que venía con las nubes del cielo
uno semejante a un hijo de hombre;
llegó hasta el Anciano y fue presentado ante él.
Le fueron dados poder, gloria y reino;
todos los pueblos, naciones y lenguas le servían:
su poder es un poder eterno,
que nunca terminará,
y su reino nunca será destruido.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial
Dn 3,75-81
R. A él la alabanza y la gloria por los siglos.
Bendigamos al Señor, montes y colinas.
Bendigamos al Señor, todas las criaturas que brotáis en la tierra. R.
Bendigamos al Señor, manantiales.
Bendigamos al Señor, mares y ríos. R.
Bendigamos al Señor, monstruos marinos y cuanto se mueve en el agua.
Bendigamos al Señor, todos los pájaros del aire. R.
Bendigamos al Señor, todos los animales, salvajes y domésticos,
alabémosle y ensalcémosle por los siglos. R.
Aclamación al Evangelio
Aleluya, aleluya.
Levantaos y alzad la cabeza,
porque vuestra liberación está cerca. (Lc 21,28)
Aleluya.
El Evangelio del día 28 de noviembre de 2025
Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el Reino de Dios está cerca.
Del Evangelio según san Lucas
Lc 21,29-33
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos una parábola:
«Fijaos en la higuera y en todos los árboles: cuando brotan las hojas, ya sabéis por vosotros mismos, al verlo, que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca.
En verdad os digo: no pasará esta generación antes que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».
Palabra del Señor.
Orígenes (c. 185-253)
sacerdote y teólogo
Primera homilía sobre el salmo 38 (SC 411, p. 355) (trad. cb© evangelizo)
«El verano está cerca»
«Hazme conocer, Señor, mi final, cuál es la medida de mis días, y sabré lo frágil que soy» (Sal 39,5). Si me dieras a conocer mi final, dice el salmista, y cuál es el número de mis días, podría así saber cuán breve es mi vida. O quizás, con tales palabras, parece todavía decir esto: toda actividad tiene un final; por ejemplo, el final de una empresa de construcción es edificar una casa; el final de un astillero es construir un barco capaz de dominar las olas del mar y de soportar el asalto de los vientos; y el final de toda actividad es algo similar para lo cual el oficio mismo parece haber sido inventado. Así, tal vez también hay un cierto final de nuestra vida y del mundo entero por el cual se hace todo lo que se hace en la vida, o por el cual el mundo mismo fue creado o subsiste. El apóstol Pablo también recuerda este final cuando dice: «Luego será el fin, cuando él entregue el Reino a Dios Padre» (1 Co 15,24). Hacia este final hay que apresurarse, ciertamente, ya que es la recompensa misma de la obra, aquello por lo que somos creados por Dios. Al igual que nuestro cuerpo, pequeño y reducido al principio, se desarrolla y tiende al término de su grandeza al crecer en edad, y también como nuestra alma (…) recibe un lenguaje primero balbuceante, luego más claro, para llegar finalmente a una forma de expresarse perfecta y correcta, así también toda nuestra vida comienza ahora, por supuesto, como balbuceante entre los hombres en la tierra, pero se cumple y llega a su cima en los cielos junto a Dios. Por esta razón, el profeta desea conocer el final para el cual fue hecho, para que, mirando el final, examinando sus días y considerando su perfección, pueda ver lo que le falta con respecto a este final al que tiende. (…) Es como si aquellos que salieron de Egipto hubieran dicho: «Hazme conocer, Señor, mi final», que es una tierra buena y una tierra santa, «y el número de mis días» donde camino, «para que yo sepa lo que me falta», cuánto me queda hasta que llegue a la tierra santa que me es prometida.
LAS PALABRAS DE LOS PAPAS
«El cielo y la tierra pasarán – dice Jesús –, pero mis palabras no pasarán». El verdadero punto crucial es este. En aquel día, cada uno de nosotros deberá comprender si la Palabra del Hijo de Dios ha iluminado su propia existencia personal, o si le ha dado la espalda prefiriendo confiar en sus propias palabras. Será más que nunca el momento en que abandonarnos definitivamente al amor del Padre y confiarnos a su misericordia. Nadie puede escapar a este momento, ¡ninguno de nosotros! La astucia, que a menudo ponemos en nuestros comportamientos para acreditar la imagen que queremos ofrecer, ya no servirá; de la misma manera, el poder del dinero y de los medios económicos con los que pretendemos con presunción comprarlo todo y a todos, ya no podrá ser usado. No llevaremos con nosotros nada más que cuanto hemos realizado en esta vida creyendo en su Palabra: el todo y la nada de lo que hemos vivido o dejado de hacer. Solo llevaremos con nosotros lo que hemos dado. (Papa Francisco – Ángelus, 18 de noviembre de 2018)

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