Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, Solemnidad
- S. Clemente I Papa (4º) del 88 al 97, mártir († 100)
- B. Enriqueta (María Ángela) Alfieri monja (1891-1951)
- Santo del día
Primera Lectura
Ungieron a David como rey de Israel.
Del Segundo Libro de Samuel
2 Sam 5,1-3
En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a ver a David a Hebrón, y le dijeron: «Mira, somos hueso tuyo y carne tuya. Ya antes, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, tú eras el que conducías y traías a Israel. El Señor te ha dicho: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás caudillo de Israel”».
Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel a donde estaba el rey, en Hebrón. El rey David hizo con ellos una alianza en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial
Del Sal 121 (122)
R. Iremos con alegría a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la ley de Israel,
a celebrar el nombre del Señor.
Allí están los tronos de la justicia,
los tronos de la casa de David. R.
Segunda Lectura
Nos ha trasladado al reino de su Hijo amado.
De la Carta de San Pablo Apóstol a los Colosenses
Col 1,12-20
Hermanos: Demos gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas
y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen del Dios invisible,
primogénito de toda la creación,
porque en él fueron creadas todas las cosas
en el cielo y en la tierra,
las visibles y las invisibles:
Tronos, Dominaciones,
Principados y Potestades.
Todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo,
y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia.
Él es el principio,
el primogénito de entre los muertos,
para que en todo él sea el primero.
Porque en él quiso Dios
que residiera toda la plenitud
y por él y para él
reconciliar todas las cosas,
pacificando, mediante la sangre de su cruz,
tanto lo terrestre como lo celeste.
Palabra de Dios.
Aclamación al Evangelio
Aleluya, aleluya.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el Reino que llega, el de nuestro padre David! (Mc 11,9.10)
Aleluya.
El Evangelio de hoy 23 de noviembre de 2025
Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Del Evangelio según San Lucas
Lc 23,35-43
En aquel tiempo, [después de haber crucificado a Jesús,] el pueblo estaba mirando; los jefes, en cambio, se burlaban de él diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo, si este es el Cristo de Dios, el elegido».
También los soldados se reían de él; se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también una inscripción encima de él: «Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo reprendió: «¿Es que no temes a Dios, tú que estás en el mismo suplicio? Nosotros lo estamos justamente, porque recibimos lo merecido por nuestros crímenes; en cambio, este no ha hecho nada malo».
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Él le respondió: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Palabra del Señor.

Se dice el Credo.
Pío XI
papa de 1922 a 1939
Carta Encíclica Quas Primas, 1925 editorial
“Príncipe de la paz” (Is 9,5)
Si los hombres, en privado y en público, reconocen la soberana potestad de Cristo, necesariamente señalados beneficios de justa libertad, de tranquila disciplina y de pacífica concordia impregnarán toda la sociedad humana. (…) Que si los príncipes y los magistrados legítimos están persuadidos de que se manda no tanto por derecho propio cuanto por mandato del Rey divino, se comprende fácilmente qué uso santo y sabio harán de su autoridad, y qué interés por el bien común y la dignidad de los súbditos tomarán al hacer las leyes y al exigir su ejecución. Por lo que se refiere a la concordia y a la paz, es manifiesto que cuanto más vasto es el reino y más ampliamente abraza al género humano, tanto más conscientes se hacen los hombres de ese vínculo de hermandad que los une. Y esta conciencia, así como aleja y disipa los frecuentes conflictos, así dulcifica y disminuye sus amarguras. Y si el reino de Cristo, como de derecho abraza a todos los hombres, también de hecho los abrazara verdaderamente, ¿por qué deberíamos desesperar de aquella paz que el Rey pacífico trajo a la tierra, ese Rey, decimos, que vino «para reconciliar todas las cosas» (Col 1,20), que no vino «para ser servido, sino para servir a los demás» (Mt 20,28) y que, a pesar de ser el «Señor de todos» (Ef 1,10), se hizo ejemplo de humildad, y esta virtud inculcó principalmente junto con la caridad y dijo además: «Mi yugo es suave y mi carga ligera»? (Mt 11,30)
Las Palabras de los Papas
En la cruz aparece una sola frase: «Este es el rey de los judíos» (Lc 23,38). He aquí el título: Rey. Sin embargo, al observar a Jesús, nuestra idea de rey se invierte. Intentemos imaginar visualmente a un rey: nos vendrá a la mente un hombre fuerte sentado en un trono con insignias preciosas, un cetro entre las manos y anillos brillantes en los dedos, mientras profiere palabras solemnes a sus súbditos. Esta, a grandes rasgos, es la imagen que tenemos en la cabeza. Pero mirando a Jesús, vemos que es todo lo contrario. Él no está sentado en un trono cómodo, sino colgado de un patíbulo; el Dios que «derriba a los poderosos de sus tronos» (Lc 1,52) obra como siervo puesto en la cruz por los poderosos; adornado solo con clavos y espinas, despojado de todo pero rico en amor, desde el trono de la cruz ya no adoctrina a las multitudes con la palabra, ya no levanta la mano para enseñar. Hace más: no apunta con el dedo a nadie, sino que abre los brazos a todos. Así se manifiesta nuestro Rey: con los brazos abiertos. (…) Solo entrando en su abrazo comprendemos: comprendemos que Dios se ha arriesgado hasta allí, hasta la paradoja de la cruz, precisamente para abrazar todo lo nuestro, incluso lo que más distante estaba de Él: nuestra muerte – Él abrazó nuestra muerte –, nuestro dolor, nuestras pobrezas, nuestras fragilidades y nuestras miserias. Y Él abrazó todo esto. Se hizo siervo para que cada uno de nosotros se sienta hijo. (Papa Francisco – Catedral de Asti, Santa Misa en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, 20 de noviembre de 2022)
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