Lunes de la I semana de Adviento
- San Charles de Foucauld sacerdote y mártir (1858-1916)
- Beata María Rosa (Bruna) Pellesi religiosa (1917-1972)
- Santo del día
Primera Lectura
El Señor reúne a todos los pueblos en la paz eterna de su reino.
Del libro del profeta Isaías
Is 2,1-5
Mensaje que Isaías, hijo de Amós, recibió en visión sobre Judá y Jerusalén.
Al final de los días,
el monte de la casa del Señor
será afianzado en la cumbre de los montes,
y se alzará por encima de las colinas.
Confluirán a él todas las naciones,
caminarán pueblos numerosos, diciendo:
«Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus senderos».
Porque de Sion saldrá la ley,
de Jerusalén la palabra del Señor.
Será árbitro entre las naciones,
juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada nación contra nación,
no se adiestrarán más para la guerra.
Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial
Del Sal 121 (122)
R. Iremos con alegría al encuentro del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.
Jerusalén está construida
como ciudad bien unida y compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R.
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz esté contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R.
Aclamación al Evangelio
Aleluya, aleluya.
Señor, Dios nuestro, ven a liberarnos:
haz resplandecer tu rostro y seremos salvados. (Cf. Sal 79 (80),4)
Aleluya.
El Evangelio del día 1 de diciembre de 2025
Muchos vendrán de oriente y de occidente al reino de los cielos.
Del Evangelio según san Mateo
Mt 8,5-11
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó suplicándole: «Señor, tengo en casa un sirviente en cama, paralizado, que sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo iré a curarlo».
Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi sirviente quedará sano. Porque yo también vivo bajo órdenes, y tengo a soldados a mis órdenes; y a uno le digo: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi sirviente: “Haz esto”, y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».
Palabra del Señor.
San Bernardo (1091-1153)
monje cisterciense y doctor de la Iglesia
6º discurso sobre el Adviento
La tierra entera será llena de la majestad de Dios
Un día el Salvador deberá volver para devolver la fuerza a nuestro cuerpo, como dice el apóstol Pablo: «Esperamos como salvador al Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro cuerpo miserable para conformarlo a su cuerpo glorioso» (Fil 3,20-21)… Entonces, el Dios Sabaoth, el Señor de las virtudes, el Rey de gloria vendrá del cielo en persona, a transformar nuestros cuerpos para conformarlos a su cuerpo glorioso. ¡Qué gloria, qué alegría cuando el Creador del universo, que se había escondido bajo humildes apariencias cuando vino para redimirnos, aparezca en toda su gloria y majestad…, a todas las miradas, para glorificar nuestros cuerpos miserables! ¿Quién recordará entonces la humildad de su primer advenimiento, cuando lo veamos descender en la luz, precedido por los ángeles que, al son de la trompeta, sacarán nuestro cuerpo del polvo, para luego llevarlo ante el Señor? (1Tes 4,16ss)… ¡Que nuestra alma se alegre entonces, y nuestro cuerpo repose en la esperanza, en la espera de Cristo Salvador, que lo transformará para conformarlo a su cuerpo de gloria! «De ti tiene sed mi alma, a ti anhela mi carne como tierra desierta, árida, sin agua» (Sal 62, 2 Vulg). El profeta invocaba con sus oraciones el primer advenimiento del Salvador que venía a redimirlo. Pero su carne invocaba más vivamente aún el último advenimiento en el que sería glorificada. Entonces todos nuestros deseos serán satisfechos: la tierra entera será llena de la majestad de Dios. Dígnese la misericordia de Dios conducirnos a esta gloria, a esta bienaventuranza, a esta paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4,7) y que nuestro Señor Jesucristo no permita que sea defraudada nuestra ardiente espera del Salvador.
LAS PALABRAS DE LOS PAPAS
El Señor, en la palabra que hemos escuchado, se maravilló de este centurión: se maravilló de la fe que él tenía. Él había hecho un camino para encontrar al Señor, pero lo había hecho con fe. Por esto, no solo él encontró al Señor, sino que sintió la alegría de ser encontrado por el Señor. ¡Y este es precisamente el encuentro que nosotros queremos: el encuentro de la fe!». (…) «Cuando solo nosotros encontramos al Señor, somos nosotros – entre comillas, digámoslo – los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él quien entra dentro de nosotros, es Él quien lo rehace todo de nuevo, porque esta es la venida, lo que significa cuando viene Cristo: rehacer todo de nuevo, rehacer el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. ¡Estamos en camino con fe, con la fe de este centurión, para encontrar al Señor y principalmente para dejarnos encontrar por Él!» (Papa Francisco – Homilía Santa Marta, 2 de diciembre de 2013)

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